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‘Asencíllame pe, varón’: historias de combi

Muchos dicen que las combis son el reflejo del Perú: gente de todas las edades, géneros y colores, música para todos los gustos, desorden, olores, sabores, etc. Cada día, esos hombres que durante más de catorce horas – en algunos casos, seguidas – transitan y copan las avenidas y calles de nuestra caótica capital, son los que, a regañadientes, trasladan al respetable pasajero a sus destinos por unas cuantas monedas.  

Lima nunca duerme y algunas combis tampoco. Existen los que hacen servicios especiales, los que abarrotan de pasajeros sus unidades, como si se tomaran a pecho el querer batir el récord Guinness de personas en un auto; los que cobran ‘una chinita’, los que no respetan el medio pasaje, los que te ‘trabajan a la boquilla’, los no llevan parados, los que admiten ‘solo peladitas’, los veteranos del volante, los chibolos del guerrazo.

Por: Diego Ferrer

Son las seis de la mañana. Como escribió Julio Ramón Ribeyro para uno de sus más famosos cuentos, los gallinazos sin plumas aparecen como a una misteriosa consigna; sin embargo, en nuestros tiempos, los gallinazos no son los únicos moradores en las fantasmales calles que se despiertan de una resaca de nunca acabar.

La combi: el medio de transporte más usado (e informal) de Lima.

Los choferes de las combis pululan mientras los cobradores van clasificando las monedas o “sencillo” que emplearán para dar los respectivos vueltos. En las esquinas, algunos pasajeros legañosos se frotan los ojos, se soban las manos y levantan los brazos para que la combi los recoja. Los conductores y sus colaboradores se encuentran de pie, en algunos casos, desde las cuatro y media de la mañana. Es común escuchar emisoras transmitiendo salsa, chicha, cumbia o noticias en AM.

Germán Arroyo Ruiz lleva más de veinte años al volante y casi treinta en el negocio del transporte público urbano. Los primeros siete años de su carrera, se la pasó como cobrador. Según ‘Arroyito’, como lo conocen los demás choferes de su camada, su etapa como recolector de dinero y repartidor de boletos, fueron bastante difíciles: “En ese entonces trabajábamos con esos buses grandotes, que llevaban más de doscientas personas en cada viaje. Tenía que cuidarme de los graciosos que querían cabecearme (estafarme), aprovecharme de los recién bajaditos o somnolientos para cobrarles demás y estar atento a los policías, que paraban los buses para buscar terrucos. No era fácil, chino”.

En la época de Fujimori, el ingreso de los vehículos coreanos conocidos e institucionalizados como combis, significaron una gran oportunidad para todos aquellos que querían expandir el negocio. ‘Arroyito’ contaba entonces con algunos ahorros y con la ayuda de un préstamo bancario, se financió su primera unidad. “Aún recuerdo mi primera combi. Era una Hyundai que corría rico y que me duró más de siete años. La revendí y me compré ésta, que ya está viejita; pero que aún sirve.” Carlos Sotelo Quispe, más conocido como ‘Torito’ – por su nariz, según él mismo – es el cobrador de ‘Arroyito’ desde hace tres años. Ambos peinan y barren con toda la ruta Callao – Surco al ritmo de la salsa dura de Héctor Lavoe. Según ambos, ‘El Cantante de los cantantes’ es quizá lo que hasta ahora ha fortalecido la relación laboral que mantienen.

Día a día, las combis se llena como latas de atún.

‘Torito’ no terminó la secundaria porque de joven era un alumno repitente y cuando por fin se decidió a terminar, le tocó ser  papá en el último año de la nocturna. Las deudas y la presión de la familia lo obligaron a ‘recursearse’ como cobrador. “Un día llegué a la estación para pedir trabajo. Uno de los choferes me dijo que el tío ‘Arroyito’ se había quedado sin cobrador, que vaya a hablar con él. Cuando fui, estaba escuchando ‘Barrunto’ de Héctor Lavoe. Le hablé y me dijo que me iba a probar un día. Sigo chambeando con él hasta ahora.”

‘Acme’ es el apodo de Demetrio Cucsa Velarde. Lleva trabajando como cobrador casi diez años. Llegó al negocio como todos: por necesidad. ‘Acme’ laboraba como despachador en el puerto de El Callao; sin embargo, la empresa quebró y se quedó sin empleo. Desesperado, pues tenía que pagar el colegio de sus hijos y el alquiler de su precario cuarto, se contactó con un primo que trabajaba para la línea Ventanilla – Santa Anita y le pidió trabajo. En menos de un mes, ‘Acme’ era un destacado cobrador, que aparte de estar siempre bien uniformado, maneja la jerga propia de los transportistas, manteniendo así una comunicación constante con el chofer de la actual unidad en la que labora.

“Asencíllame pe, varón, apeguese al fondo y pie derecho, pie derecho”, son algunas de las simpáticas frases que Cucsa utiliza para ordenar a los pasajeros en el día a día. Sobre las coimas que muchas veces han tenido que pagar, Simón Soria Reynoso, chofer de la unidad en la que ‘Acme’ trabaja, manifiesta que cada vez los policías abusan más. “Antes te pedían cinco luquitas y era suficiente. Ahora, piden de veinte para arriba y te dicen que es para que evites las arrugas.”

‘Arroyito’ evita ir al Callao pasadas las ocho de la noche. Dice que las calles se ponen movidas desde las siete y que los chibolos siempre quieren ganar. Después de las diez y media de la noche, las tarifas nunca se respetan. Tanto ‘Acme’ como ‘Torito’ lo saben.

Es común que ambos pidan cincuenta céntimos más a los pasajeros, aduciendo que son el último carro, que a partir de las once no hay medio y que todos están pagando su pasaje. Incluso avisan antes de subir, para que después no haya reclamos. ‘Tengo que madrugar (sorprender) a la gente, sino después no quieren pagar y nosotros perdemos; además, todas las combis suben los precios y no quieren subir a los universitarios porque reclaman mucho y pagan poco’, manifiesta Carlos Sotelo.

Los lechuceros o combis que trabajan especialmente de madrugada, solo cubren unas pocas rutas específicas. Las que cubren el tramo Javier Prado – Independencia son una de las pocas lechuceras, que casi siempre transportan pasajeros en estado de ebriedad o que laboran de madrugada. Por un sol cincuenta o dos soles, estos bólidos te transportan en cuestión de minutos de un polo a otro. Los choferes nocturnos prefieren la madrugada porque hay poco tráfico, pocos policías y muchos pasajeros que pagan lo que les piden con tal de llegar a sus casas o lo más cercano posible a ellas.

Mientras exista el caos y el desorden en nuestra capital, las combis seguirán poblando las pistas, reventando de gente, transportando pasajeros con temeridad y nuestros protagonistas seguirán ‘asencillando’ en cada paradero.

 

     

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